lunes, 8 de agosto de 2011

LVDLL III. El camino hacia la venganza. (II)

Los fuertes golpes en la puerta sacaron al samurai de su sueño. Una voz que no entendió llegó a sus oídos. Se dio la vuelta y la ignoró. Hacía frío fuera y se estaba tan calentito allí.
Más golpes, más fuertes.
- No me obligues a entrar a por ti - gruñó Clyven desde fuera.
Esta vez Cyrus sí descifró sus palabras y se removió desperezándose con un ronroneo adormilado.
- Mueve el culo de una vez, que ya hace rato que salió el sol - insistió el lobo con otra nueva ración del golpes que el oriental empezaba a pensar acabarían por echar la puerta abajo. Con un suspiro de resignación, Cyrus salió de debajo del abrigo de las mantas.
- Umm - despertó Lausanne - ¿Qué pasa? ¿Qué son esos golpes?
- Clyv, que se ha debido caer de la cama - murmuró entre dientes empezando a buscar su ropa por el suelo de la habitación. Estaba repartida por todos los rincones, junto con la de Lausanne. El oriental se fue poniendo las prendas, una tras otra, dejando las de la joven en el suelo. Al pasar junto a la puerta añadió subiendo el tono de su voz - Ya voy, pelmazo. 
Clyven, escuchando a través de la hoja de madera la voz del samurai y sus pasos por la habitación, decidió esperarlo abajo, dando buena cuenta de lo que quiera que fuese lo que acostumbraban a desayunar por allí.
Lausanne se removió, estirando el brazo para buscar el pecho de su amante, pero sólo encontró el colchón vacío. Levantó la cabeza para mirarlo y lo halló colocándose el hakama. 
- ¿Ya te vas?
- Me esperan abajo.
- Pueden esperarte un rato más.
- Ehhh... No - respondió él cruzándose el kimono - Si no bajo pronto, ese cabezón se irá sin mí y me costará horrores alcanzarlo.
- Bah, seguro que él también se alegra de quedarse un rato.
- ¿Clyv? Lo dudo - dijo él arqueando una ceja - Con lo que nos espera al final del camino ya me extraña bastante que se lo esté tomando con tanta paciencia.
- Vaya, debe ser algo gordo - comentó con fastidio - ¿Puedo saber qué es?
- Va a ser toda una fiesta, te lo aseguro - sonrió acariciando la vaina de su espada antes de colocarla junto a su cadera. 
- Yo también pudo ofrecerte una buena diversión, lo sabes, ¿verdad? - murmuró levantando las mantas como invitándole a entrar de nuevo a la cama.
- Claro, pero tú no te preocupes que a la vuelta pasamos por aquí otra vez. ¡Y por el bosque! - rió recordando a la hermosa ninfa que había dejado atrás cuando se encontró con Clyven y que seguro esperaba ansiosa su regreso, igual que algunas de sus hermanas, impresionadas por lo que ella pudiera haberles contado.
- ¿Qué pasa en el bosque?
- Nada, nada - escurrió el bulto el oriental, sabiendo lo poco que le gusta a una mujer que se le hable de otra, mientras se agachaba para calzarse - Una juerguecita que nos montamos con unos amigos.  
- Parece que eres el alma de las fiestas ¿no? - comentó ella con un deje escéptico.
- Preciosa, soy mucho más que eso - alegó orgulloso, irguiéndose de nuevo y guiñándole un ojo - Yo decido hasta por dónde sale el sol. Pero ya te lo contaré cuando regrese, si sigues por aquí.
- Eso dependerá de lo que tardes. No voy a esperarte eternamente, cariño - le contestó intentando hacerse la interesante - Pero si vuelves con tiempo, no estaría mal repetir.
- Cuento con ello - rió girándose para encarar la puerta de la habitación y alargó la mano hacia el pomo.
Sin que su gesto triunfal se borrase de su fino rostro, Cyrus Zeal cruzó el umbral y se dirigió hacia las escaleras que daban a la planta baja, donde Clyven le esperaba comiendo a grandes bocados.
- Ya era hora - dijo el mercenario a modo de saludo cuando el oriental llegó hasta la mesa que él ocupaba - Venga, come algo que nos larguemos de una vez - concluyó frotándose las manos.
- Buenos días. ¡Qué buen humor tienes hoy! ¿Una noche interesante? - preguntó el oriental sentándose a la mesa y haciendole un gesto al tabernero para que se acercase - Ya sabía yo que esa pelirroja te iba hacer cambiar la cara de muermo que traías.
- En realidad no me la tiré - soltó antes de meterse el último pedazo de pan en la boca.
- Joder, al final me tenía que haber quedado yo con las tres. Encima que me llevo sólo a una por tener el detalle de dejarte elegir, vas tú y no lo aprovechas... ¡Te estás amariconando como Francis!
Clyven frunció el ceño y tragó el mendrugo de pan a medio masticar antes de gruñir.
- ¡Eh! ¡A mí no me compares con ese meapilas! Que no me tire a toda mujer que se cruce en mi camino no implica que no pudiese hacerlo.
- ¿Y qué te lo impide? 
El lobo alzó la ceja y soltó un bufido que Cyrus no pudo descifrar, aunque supuso que sería una de esas palabras tan "educadas" y "de buen gusto" que el licántropo solía emplear. 
El tabernero acabó de servir las mesas que estaba atendiendo y se acercó a ver qué se les ofrecía. Cyrus pidió lo mismo que había pedido su amigo, pero en mucha menor cantidad.
- Clyv, tío, tienes que dejar de mirarte el ombligo de una vez y disfrutar de los placeres de la vida - retomó la conversación cuando el dueño del local se hubo marchado - A ver, ¿cuándo se te va a poner a tiro una mujer como la de anoche, eh? ¡¡Esas ocasiones hay que aprovecharlas, coño!!
- Aún tengo algo pendiente. Luego se acabó todo. Pero se lo debo, Cyrus... - respondió mirando al infinito.
La noche anterior, tras su pequeña conversación con Fhelize, había tomado una decisión. Seguiría adelante. Buscaría al responsable de la muerte de su mujer y su hija. Su sangre rubricaría el final de su venganza. Y dejaría atrás el pasado. Volvería a ser el que era... antes de ella. No las olvidaría, nunca. Pero no podía seguir eternamente atado a un fantasma... Sabía que volverían a encontrase en Astéropes, cuando Necreonte, el Mensajero de la Muerte, viniese a buscar su alma... pero, hasta entonces, él tenía una vida que vivir.
- Bueno - lo sacó de sus pensamientos el samurai, tragando el primer bocado del plato que acababan de servirle, una especie de leche aguada mezclada con una pasta de cereal. Es aspecto no era demasiado atrayente, pero olía bien y sabía parecido a la papilla que se daba a los niños cuando dejan de mamar - Si no ha sido la pelirroja, supongo que lo que te ha puesto de tan buen humor tiene que ver con los soldados que vimos anoche, ¿no?
El lobo asintió mientras masticaba una cucharada de su segundo plato de comida. Cyrus puso los ojos en blanco, pensando que sólo a Clyven se le podía ocurrir preferir una mala pelea a un buen polvo.
- Ya sabía yo que no se iban a librar.
- Tampoco les hice nada grave - respondió Clyv con la boca llena - sólo les meneé para que sangrasen un poco. Lo justo para que hoy podamos seguir es rastro con facilidad.
- ¿Y cómo sabes que nos llevarán a donde queremos ir?
- ¿Porque lo dijeron anoche? Pero claro, tú estabas demasiado metido entre los pechos de Lausanne.
- Es que no veas... - sonrió con lascivia el oriental - Ha sido una noche muuuuy interesante. Esa chica es toda una profesional.
- ¿Es puta?
- No creo - se encogió de hombros el oriental - Y si lo es, a mí me lo ha hecho gratis.
- No me cuentes los detalles, ya se os escuchaba bastante anoche. Es una gritona histérica. Se le oía desde la calle.
- Tenía motivos para gritar - rió - Pero no está bien espiar a los amigos, Clyv. ¿Qué pasa si te descubre y me cortas el rollo?
- No es culpa mía si oigo más que los demás. Como si a mí me gustase estaros escuchando. ¬¬
- Y tú, si no has dormido con... ¿como se llamaba?
- Fhelize.
- Sí, eso... ¿Dónde has pasado la noche? Porque aquí no sobran las habitaciones.
- Lo sé. La rubita pidió la última que quedaba para ellas dos. Yo me colé en el cobertizo que hay junto al almacén, bajo la ventana de tu habitación.
- Ahhhhh. Y no se te ocurrió pedirles que te hiciesen un hueco, ¿verdad? Tsk, tan grande y tan tonto.
- Psss ¿para qué? ¿Para aguantar las gilipolleces de una y las indirectas de la otra? Paso. Espabila y acábate eso antes de que le dé por bajar a alguna.
Pero no las verían aquella mañana, ni ninguna otra. Para cuando Urihel y Fhelize dejaron su habitación y avisaron a Lausanne para continuar su camino, los dos hombres ya habían abandonado hacía rato la pequeña población en pos de los soldados de Gyenhäll.


Continúa en: IV. Gyenhäll.

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