viernes, 5 de agosto de 2011

LVDLL I. Encuentro en el bosque. (I)

A Cyrus.


Se alejó de la ciudad con sus habituales grandes zancadas, con el hatillo al hombro, hasta alcanzar el bosque. Había cumplido su misión, cobrado una buena bolsa de monedas y saldado su cuenta en la taberna, incluido el pollo que se había metido entre pecho y espalda antes de salir. A esas horas estarían a punto de descubrir el cadáver, así que le convenía esconderse unos días. No le apetecía tener que fingir que no había hecho nada y buscarse una coartada para los soldados. Era más fácil desaparecer simplemente. Esperar a que el ambiente se hubiese calmado y largarse de allí hacia cualquier otro lugar. Después de todo, no había nada que lo atase a ningún sitio. Ya no lo había.
Se adentró en la espesura. Su aspecto animal le proporcionaba una gran ventaja a la hora de esconderse en medio de la naturaleza. Anduvo por el bosque un par de horas, buscando un agujero donde meterse, hasta que llegó cerca del río. Se acercó a beber. Tenía aún en la boca el sabor a sangre. No es que fuese desagradable para él. Pero le dejaba una sensación pastosa.
De repente, captó un olor a carne, apenas perceptible. Umm. Olía demasiado bien para ser un animal muerto. ¿Asado tal vez? Para él y sus sentidos aumentados, ese sutil aroma era como si tuviese un trozo de carne humeante justo en la nariz. La comida era un señuelo demasiado tentador para el lobo como para ignorarlo, así que siguió el rastro de humo y grasa que se había impregnado en los arbustos y el suelo durante algunos metros, hasta su origen. Conforme se acercaba pudo oír las voces de aquellos que se encontraban cerca de la comida.
-Mmmm.... -un suspiro largo y placentero de una voz de mujer, suave y melodiosa, acompañado del quedo murmullo de una manta de suave seda-, Habéis estado magnífico.
- Lo sé -respondió una voz de varón, con la suave exhalación que produce una sonrisa satisfecha.
Clyven quedó algo confuso... ¿Acaso esa voz...? No, serían cosas suyas.
Se acercó un poco más, despacio y sigiloso, para comprobar si sus sospechas eran o no fundadas. Sus mullidas almohadillas rozaban suavemente la tierra produciendo como única perturbación el silencio sepulcral que rodeaba a la enorme bestia. 
- ¿Y todos los humanos son tan.... gallardos como vos, querido? - la voz de mujer sonaba extasiada, su respiración era entrecortada.
- Los hay valientes... pero yo soy único - La voz del hombre destilaba orgullo y arrogancia desmedida. Clyv cada vez estaba más seguro de a quién pertenecía.
En ese momento su nariz captó una fuerte concentración de hormonas. Sexuales para más señas. El olor a sudor llegaba hasta él con tanta intensidad como si estuviese compartiendo con ellos el colchón. 
- ¿Oísteis aquel ruido espantoso mientras lo hacíamos? Si hubiera estado con el resto de mis hermanas ninfas seguramente hubiera estado aterrorizada, pero aquí, a vuestro lado... me sentí protegida, segura. Irradiáis una tremenda aura de confianza y voluntad, mi señor.
- Es mi mera voluntad la que hace que los hombres me sigan, que consiga lo que deseo y que mis sueños se hagan realidad, preciosa. Tanto da que haya ruidos o una manada de esos estúpidos merodeadores de los que tanto se habla, no hay nada que pueda conmigo.
Oculto entre unos frondosos matorrales, el lobo pudo observar con claridad la escena que se desarrollaba. En un espacio entre los árboles circundantes había instalado un sencillo campamento. Los rescoldos de un fuego apagado hacía horas ardían en un circulo de piedras cogidas al azar. Los restos de un tejón asado a medio comer yacían ensartados en un palo sostenido sobre otro par de troncos más voluminosos. 
Al lado de un pequeño petate de tela había apoyada, con mucho cuidado, una armadura de bandas negra con filigranas en plata que Clyven conocía muy bien. Para confirmar sus expectativas, un par de espadas de aspecto oriental reposaban apoyadas en el petate, un largo fardo de seda se apoyaba en un árbol y una enorme espada yacía a su lado. 
Sobre una queda esterilla de bambú cubierta con seda, y cubiertos por una suave y gruesa manta estaban tumbadas dos figuras. Una hermosa ninfa de piel color oliva, largas orejas puntiagudas y un sedoso y ondulado pelo largo color hiedra, cuyos brillos asemejaban a la hierba frondosa del verano cuando se movía, apoyada amorosamente sobre el pecho de un joven de piel pálida y pelo blanco y lacio. Los ojos del hombre, que Clyven conocía de sobra, miraban, sonrientes y orgullosos, al cielo. 
Allí estaba, no había lugar a duda o confusión. Cyrus Zeal. Tan modesto como de costumbre, aunque realmente tenía motivos para ser tan arrogante, pues pocas personas podían plantearle problemas durante una pelea. Y acompañado nada mas y nada menos que por una hermosa ninfa. Desde luego, sus gustos no habían cambiado. Sabía elegir muy bien a las mujeres que se llevaba a la cama.
- Y, ¿cómo es que no os habéis alojado dentro de la ciudad? No es común ver humanos a solas acampando en este bosque, no es seguro - la ninfa miraba los ojos azules del joven con sus ojos color miel con total adoración.
- Pse... últimamente suelo tener problemas en las ciudades. Siempre persiguiéndome por cualquier tontería. Parece que me buscan en más de un reino. Así que prefiero acampar en sitios menos concurridos, total... no hay nada en este bosque, ni posiblemente en este reino, que pueda hacerme ni un mero rasguño.
Clyven decidió dejarse ver y, de paso, gruñó un poco para anunciar su presencia... por si estaban demasiado ocupados para hacerle caso. Le importaba muy poco interrumpir el rato de ronroneo y acurrucamiento que toda mujer exige después de entregarse a un hombre. Incluso tal vez le hiciese un favor al rubio samurai. Al verlo, la ninfa se puso rápidamente en pie, sorprendida y asustada por la presencia de un lobo negro tan grande, e, instintivamente, se colocó tras el joven, que miraba al lobo sin ningún atisbo de sorpresa o interés, recostado y apoyado sobre un codo. Clyven no pudo precisar si lo que impulsaba a la ninfa a esconderse tras el samurai era vergüenza, sorpresa o miedo, pues no era muy normal que un lobo se acercase al fuego y, menos, que llevase un hatillo con la boca.
- Clea, creo que tendremos que posponer el siguiente polvo para la próxima ocasión, ¿te importa? - el altivo guerrero oriental se sentó lánguidamente sobre la estera de bambú, sin ningún pudor ni vergüenza por estar parcialmente cubierto por la manta.
Si le importaba o no, carecía de sentido. Con lo fácil que hubiese sido decirle que se marchase por las buenas... Claro, que entonces el siguiente encuentro sería... ¿difícil? 
- N-no... ten cuidado... volveremos a vernos, guerrero mío - se despidió la ninfa antes de dar un fugaz beso al joven y marcharse corriendo entre los arbustos, perdiéndose en la espesura, dejándolo a solas con el animal, quien dejó el bulto que llevaba en el suelo, entre sus patas delanteras y lo miró a los ojos. Su anatomía era lo menos interesante que había en aquel lugar.
- Vaya, vaya, vaya... he visto muchos lobos feos, grandes y negros... pero difícilmente podría olvidar un lobo tan feo, tan grande, tan negro y tan apestoso como tú... - dijo con una sonrisa entre pícara y divertida, arrancando algunos trozos de carne del tejón asado - ¿Quieres un trozo... Clyven?
El animal se sentó sobre sus cuartos traseros y, al instante, en lugar de la bestia se encontraba el humano, mirando serio al hombre que se hallaba frente a él. Alargó la mano y tomó un trozo de carne.
- Tienes un aspecto horrible, Cyrus. Incluso para acabar de tirarte a una ninfa. ¿Tanto se han mermado tus facultades que prefieres comer tejón conmigo en lugar de follar de nuevo con ella? - respondió alzando una ceja, tan serio y malhablado como de costumbre - Ya podías habértela llevado a una posada ¿o es que ahora te ha dado por entrar en "armonía" con la naturaleza? 
Una parte de él se alegraba de encontrarse al joven oriental. Habían sido compañeros durante mucho tiempo y luchado codo con codo. Era parte de su "manada" y por muchas cosas que hiciese, casi nada podría cambiar eso. Otra parte, en cambio, sintió el impulso de arrancarle la cabeza de un zarpazo, aunque ese era un impulso demasiado habitual últimamente. 
¿Cómo calificar el reencuentro? Amistoso, cordial, o simplemente... frío. Ninguno iba a preguntarse por dónde o cómo habían estado todo ese tiempo. Tampoco por cuál era el motivo de que estuviesen allí, al menos de momento. De modo que, hasta que en sus cerebros encontrasen un tema de conversación, permanecerían así, mirándose en silencio. Aunque no duró mucho. Cyrus miró al hombre lobo tranquilamente, sin perder su sonrisa socarrona.
- ¡Pero Clyven! ¿Qué modales son esos? A un viejo amigo que hace muuucho tiempo que no ves, y que encima te ofrece comida y cobijo, ¿le hablas así? Tsk tsk tsk... voy a tener que hablar con Pallas, ¿eh? ¡Necesitas más mano dura y que te aten más corto! ¡Jujujuju! - se rió con cierto sarcasmo y pegó un bocado del trozo de carne que goteaba grasa en su mano.
Aunque había probado cosas mucho peores, el tejón asado frío era de las carnes más correosas que se había echado a la boca desde hacía tiempo. Al menos era mejor que la carne en salazón y demás alimentos de larga duración que llevaba en el petate para el viaje.
- Contigo no necesito demostrar modales, no pretendo acostarme contigo para tener que fingir ser un caballero educado y te he salvado el culo demasiadas veces como para preocuparme por las buenas maneras - alegó tranquilamente el mercenario, dejando las veces que Cyrus le salvó a él, que no fueron pocas, momentáneamente en el tintero y dando un buen bocado a la carne que tenía en la mano. A pesar de estar fría y correosa, sus afilados colmillos la desgarraron sin problemas. No estaba tan bueno como el plato que le habían servido a mediodía en la taberna, pero desde luego era mejor que comerse algún bichejo que cazase él por ahí, aunque únicamente fuese por ahorrarse el trabajo de capturarlo y asarlo.
Cyrus volvió a tomar la palabra, hablando con la boca llena.
- Mif facultades no han mermado..*ñam*..ef simplemente que..*grap*..han pafado muchaf cosas..*munch*..desde que me feparé de vofotros..*glup!* - suspiró con alivio al conseguir tragarse la pelota de carne dura que llevaba en la boca - ¡¡Y desde luego que preferiría estar trincándome a esa belleza peliverde que estar aquí sentado mirándote esa cara de ajo que llevas siempre!! ¿Acaso podría hacerlo estando tú aquí delante? Siempre he sabido que eras un poco mirón, pero ¡no pensé que Pallas te tuviera tan a pan y agua que necesitaras este tipo de cosas! 
La mención a la hechicera hizo que el gesto del lobo se ensombreciese aún más si cabe. Sabía que el samurai era muy dado a ese tipo de bromas y siempre se las había tomado bien, en parte porque era un hecho constatado que la bruja lo tenía a todo, menos a pan y agua. Tragó con cierta dificultad el trozo de carne que tenía en la boca y dejó el resto con desgana junto a los restos de la hoguera. Había perdido el apetito.
- ¡Jajajaja! Bromeo. Pero un amigo es un amigo, y por ello creo que merece la pena posponer un buen casquete para tomar algo con un viejo camarada, ¡máxime cuando hace tiempo que no lo veo! - se levantó de la esterilla y se desperezó lánguidamente estirando los brazos hacia el alto follaje y arqueando la espalda, lo que impidió que se percatase del gesto de su amigo. Clyven pensó que era mejor mirar el estado de la carne que acababa de dejar, pues los atributos masculinos de Cyrus, si bien le daban igual, caían justo en su línea de visión y no tenía ganas de mover el cuello para mirar hacia arriba.
- ¡Además! ¡La tengo en el bote, que coño! Todo está controlado. Habrá vuelto con sus hermanas (que no veas como están las hermanas también, eh?), y, con un poco de suerte, ¡la próxima vez no volverá sola! Jejeje ¡Tú ya me entiendes! ¡Las hazañas que corren de boca en boca y las chicas escépticas que dicen eso de "Si no lo veo, no lo creo"! ¡Jejejejeje! Así que ¡tú tranquilo, pecholobo! ¡Volveré a clavar mi lanza en la cálida flor de alguna o algunas ninfas, como el buen justador que soy! ¡No he perdido el encanto de antaño! ¡Jajajaja!
- Ya veo - murmuró escuetamente Clyven.
Sin preocuparse de vestirse, ni de cerrar el pico, Cyrus se acercó a su petate y rebuscó entre su equipaje.
- ¡Te vas a alegrar de haberme encontrado, tío! ¡Verás lo que tengo para alegrarme el camino! 
Clyven miró con cierta curiosidad y vio que el alocado samurai caído se volvía hacia él con una sonrisa radiante. En una mano llevaba la calabaza que siempre portaba con él, cerrada con un tapón, en la otra mano llevaba dos pequeños cuencos algo más grandes que un dedal. Cyrus sacudió la calabaza y el líquido en su interior sonó con claridad golpeando las paredes del vegetal seco. 
- ¡¡¡TADAAAA!!! ¡Sake! ¡Vino de arroz hecho por uno de los mejores artesanos de mi tierra y traído de contrabando exclusivamente para mí por un viejo amigo! ¡Jejejejeje! ¿Te apetece un trago?
- Y dos si son pequeños. Veamos si ese artesano es tan bueno como dices. ¿Por qué no me extraña que tú tengas cosas de contrabando?
Cyrus se sentó otra vez en la esterilla y le tendió uno de los pequeños recipientes a Clyven. El musculoso mercenario prefirió obviar que con la otra mano, su viejo amigo se estaba rascando los genitales con descaro. Total, no tenían nada que echarse en cara. Alargó el brazo y dejó que su despreocupado compañero le sirviera algo del transparente y fuerte licor en su vaso. Cyrus llenó el suyo con ansia y dejó la calabaza en el suelo, en la cual sonó el chapoteo del licor. 
- ¡Por los reencuentros con los viejos camaradas! ¡¡Salud!!
Clyv levantó ligeramente el cuenco hacia él, apoyando en silencio sus palabras antes de vaciar de un trago el vaso, al igual que hizo el samurai. Ambos suspiraron suavemente al sentir el fuego de arroz bajar por las gargantas y calentarles el estómago.
- ¡¡Brrr!! ¡¡Que rico!! Supongo que me echarías de menos por esto ¿no? ¡Jajajaja! ¡Bueno! Cuéntame, Clyven, ¿que hace un apuesto mozalbete como tú por un sitio como este?
Cyrus sonreía pícaramente y le guiñó un ojo, divertido por volver a encontrar a su viejo compañero de chanzas y pullas. Clyven, en otras circunstancias, también lo estaría disfrutando tanto como su amigo. Sin embargo, había algo que se lo impedía. Extendió el brazo para acercar el cuenco hacia Cyrus para que le rellenase el vaso de sake. Cuando lo tuvo de nuevo casi a rebosar, lo vació de un trago antes de responder a la pregunta.
- Pasaba por aquí y estuve haciendo algún tabajito por la ciudad. Ya sabes. Después de cada encargo hay que salir por patas o media guardia se une a la fiesta.
- ¿Y tú no te apuntas a la diversión? No recordaba que le hicieras asco a las hostias gratis - Cyrus miró sonriente a su interlocutor.
- Tenía asuntos pendientes - dijo el lobo - Estoy buscando a un hijo de puta al que voy a hacer desear no haber nacido. Tiene demasiada suerte de habérseme escapado todo este tiempo. Pero lo encontraré y cuando lo haga lo partiré en trocitos tan pequeños que necesitará toda la eternidad para reunirlos. Créeme, va a suplicar tanto por su vida que hasta tú sentirías lástima por él.
La mirada perdida y el acabar la frase entre dientes dejaban muy claro que no había mentira o exageración en sus palabras. No importaba cuánto tiempo tardase. La venganza se había convertido en su única razón de vivir. Apretó con tanta fuerza el vaso entre los dedos que Cyrus tuvo que quitárselo para que no estallase.
Clyven siempre había sido bastante animal a la hora de una pelea. Le encantaba desgarrar, morder y golpear, pero, generalmente, mataba rápido, a la mínima oportunidad que tenía. Sin embargo, en aquella ocasión parecía que la intención no era matar, sino causar un inmenso y largo sufrimiento.
- ¿Ese es el ejemplo que vas a darle a tu pequeña liante? - murmuró Cyrus vaciando por segunda vez su cuenco de sake alegremente - Tsk, tsk, tsk, tsk... No creo que Pallas lo apruebe, aunque nunca está de más que la niña sepa torturar... puede serle útil en algún momento. Por cierto... ¿cómo están?
- Muertas - respondió con tanta naturalidad que helaba la sangre en las venas.

Cyrus se quedó callado durante largo rato, mirando el fondo de su vaso vacío. Sabía que Clyven era un tipo duro y frío, pero sabía que debajo de todas las borderías, las pullas y la mala leche era más bueno que un pan. Amaba a Pallas más que a su propia vida, y a la pequeña Niké aún más. Todavía recordaba como flirteaba con la joven hechicera entre rato y rato hasta que el lobo venía y lo amenazaba con muertes inimaginables. La recordaba con toda nitidez. Era hermosa, posiblemente lo mejor que le podría haber pasado al cabeza cuadrada de Clyven, inteligente, divertida, simpática, comprensiva... era posiblemente uno de los pilares sobre los que se erigieron los Héroes de Camelot, y Cyrus la admiraba tremendamente. 
Y la pequeña Niké...
Había estado presente en el accidentado parto, la había visto crecer desde que era apenas una pasa arrugada y berreante hasta que se convirtió en el trasto con patas que era. Solía tirarle del pelo largo y rubio para llamarle la atención, ya que, aunque no tuviera pensado tener ninguno, y en cierta manera le dieran algo de pánico y respeto, por imaginarse encadenado a una sola mujer, se le daban bien los niños. Pallas y Clyven se reían a carcajadas cuando Cyrus aparecía en la posada semidesnudo y con la niña en brazos mirándolos con cara de mala leche. Hubo una temporada en que a la pareja enéidica le dio por mandar a la niña con "el tío Cyrus" cuando el susodicho se encontraba retozando con alguna moza, cosa que a Cyrus no le hacía la menor gracia en ese momento. Pero ahora... lo pensaba y le entraban ganas de llorar. Tan pequeña, tan dulce... le miraba siempre sonriendo y no había manera de que se estuviera quieta. Pocas veces tuvo que ponerse serio y regañarla de verdad, y en esas pocas veces ella ponía cara de puchero y Cyrus no podía continuar regañando a la niña, que se iba alborozada y riéndose, el tío Cyrus era tan fácil de manejar para ella...
Y... ahora... su pequeña Niké....
*plic*
Cyrus miró el fondo de su vasito de sake... ahora no estaba vacío... las lágrimas silenciosas se habían arrastrado por sus mejillas pálidas y habían caído en el vaso, formando una pequeña charca en el fondo.
Llenó el vaso con sake y bebió de un trago. Alzó la mirada a Clyven, sosteniendosela con orgullo. Los dos surcos de lágrimas brillantes brillaban en sus mejillas bajo la luz de la luna, pero su mirada y su expresión eran de rabia y decisión. Clyven sabía lo que pasaba cuando Cyrus se ponía serio.
- Me llevarás a visitar sus tumbas. Es lo mínimo que puedo hacer para despedirme de ellas.
Por contestación recibió un quedo "hum" y un leve asentimiento, pero él sabía que Clyven le llevaría hasta allí. Era su compañero y confiaba ciegamente en él.
- Pero antes... tenemos unos hijos de puta que matar.


Continúa en: Encuentro en el bosque. (II)

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